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13 de enero de 2025

A 45 años del día que Carlos Reutemann lloró desconsoladamente ante una multitud en Buenos Aires

El 13 de enero de 1980, Lole no ocultó su dolor al desertar ante 80.000 espectadores. Fue una de sus últimas oportunidades de triunfar como local en la Fórmula 1

>Que era medio parco. Que había que pincharlo para que tirara un título. Que le faltaba carisma. Que no mostraba sus sentimientos… Todos esos prejuicios sobre Carlos Alberto Reutemann se esfumaron el domingo 13 de enero de 1980. Esa sofocante jornada entregó a la versión más “humana” que se recuerde de Lole en sus diez años en la Fórmula 1, quien desconsolado por el abandono ante su gente se quebró en un llanto inolvidable. Fue un puñal al corazón por no poder vencer ante los suyos.

El mismo ambiente del fútbol que se tomaba vacaciones por esos días antes de los amistosos de verano, generaba que el foco del deporte estuviese en el circuito metropolitano, que desde 1972 volvió a recibir al circo máximo de forma oficial (NdR: en 1971 la F1 corrió una fecha sin puntos). La expectativa era enorme ya que era el lugar donde se abría la temporada, se estrenaban autos, los pilotos que habían cambiado de escuderías y los novatos que debutaban, entre ellos, ese día hubo un joven francés de 25 años llamado Alain Prost, que fue sexto con su McLaren.

Por entonces Reutemann era considerado por la prensa internacional y los dueños de los equipos como uno de los mejores pilotos de la Máxima. No por nada corrió en equipos como Brabham, Ferrari, Lotus y Williams. Es un ícono del deporte nacional. En la F1 logró 12 triunfos, 45 podios en 146 carreras (uno cada tres competencias), 6 poles positions y mismo número de récords de vuelta. A comienzos de 1982, fue el último argentino en sumar puntos en la Máxima, hasta las cuatro unidades que obtuvo Franco Colapinto al ser octavo en Azerbaiyán en 2024, también con un Williams. Pasaron 42 años.

En los días previos el tema estuvo difícil para Carlos. En los entrenamientos del jueves fue quinto y el viernes perdió la sesión por un cortocircuito en su unidad. “Los dos chasis nuevos que habían traído no estaban a la altura del otro auto, el de 1979, que vino como muletto (coche de repuesto). Williams trajo a Buenos Aires los FW07/4 (muletto), el FW07B/6 para Jones y el FW07B/5 para mí. Pero cuando Alan se dio cuenta del rendimiento de los coches nuevos, enseguida cambió por el chasis del año anterior; clasificó con él y lo puso a punto para correr el domingo”, declaró Reutemann antes de clasificar, donde se quedó con el décimo mejor tiempo. “El sábado apareció el problema con la pista (estaba abrasiva, con escasa adherencia y un calor de 35 grados) y entonces ni yo ni la mayoría pudimos mejorar mucho. Entonces me preocupé por poner bien a punto el auto para la carrera”, explicó.

Pero el domingo, bien temprano, el panorama se mostró alentador. “En tanques llenos llegué a un tiempo de 1m50s90/100 a 7/100 de Jones (fue el más rápido en la clasificación). Un dato importante que demostraba la paridad entre los dos Williams. Yo lo sentí así y quedé satisfecho. Después volví a mi box y me concentré en la carrera”, comentó a la mañana, ya con un marco tremendo en el autódromo capitalino y con las gradas a reventar.

Comenzó a medir a Piquet en la sexta ronda. Tres vueltas más tarde estuvo cerca de pasarlo. Llegó a ponerle su auto a la par en el sector más rápido del trazado, pero al ingresar a la chicana de Ascari, el carioca dobló mejor y Lole bloqueó un poco. Su auto se fue de la cinta asfáltica y los radiadores se llenaron de pasto. >Se sentó al lado de la rueda trasera de su Williams. Hubo quienes se acercaron para darle su apoyo, pero no, Lole estaba desconsolado. Giró su cabeza hacia la derecha, aceptó una gorra que luego la usó para secarse sus lágrimas. Fue puro y no ocultó sus sentimientos. Se quebró. Su llanto fue largo, sin tapujos, ni vergüenza para descargar su bronca. Es que Reutemann, por unos minutos, fue elocuente con su lamento, que congeló a una multitud más allá de la alta temperatura. La impotencia de Reutemann era inimaginable. Su dolor incalculable. Encima su flamante compañero Jones se llevó la victoria, en lo que fue el prólogo del título que consiguió ese año. Sin emitir palabra, se fue caminando hacia los boxes. Los fanáticos quedaron atónitos. Ni el ruido de los motores que seguían en carrera pudo con el silencio que invadió en esos minutos. “En ese momento no podía creerlo y sólo atiné a bajarme del auto y sentarme junto a él. Estuve mucho tiempo sentado, llorando como quince minutos. Todo parecía increíble, que la carrera se me haya ido así”, manifestó después Lole. Aquella frustración no era una más para el santafesino. Él sabía que no iba a tener muchas chances más de ganar en Buenos Aires. Incluso solo tuvo otra y fue en 1981, cuando resultó segundo detrás de Piquet. Fue en la temporada en la que lideró la mayor parte del campeonato, que perdió por apenas un punto contra el brasileño. Pero esa es otra historia…

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